El amarillo es uno de los colores que más sensaciones
provocan. Es uno de esos tonos poco queridos. Nos encanta, pero a la vez hay
algo que nos hace odiarlo. Tal vez, sea
que nos sentimos extraños ante su presencia, tan llamativa y atrayente. Hay algo en este color que nos resulta sumamente cálido, pero a la vez nos hace desconfiar.
En algunas culturas, el amarillo es el tono de la realeza y
las riquezas. Además, representa luz, entendimiento y sabiduría. Como es un
tono luminoso, tienen a provocar reacciones similares a las que provoca el
blanco. Es natural y nos hace sentir cerca de los rayos del sol.
También, el amarillo es el color de la creatividad y
espontaneidad. Se dice que este color estimula y hace que nuestras ideas fluyan
más rápido. No sé si sea cierto o solo un cuento de abuelitas. No hay que
creer, ni dejar de creer.
El amarillo también tiene su lado malo. Es el color de la
advertencia. Es la forma perfecta de indicarnos que algo es tóxico, explosivo,
dañino o que puede matarnos. Instintivamente, huimos de este color, porque nos
recuerda al fuego, los insectos o plantas venenosas y los rayos en el cielo
cuando llueve.
Además, este tono nos disgusta. El amarillo es el color de
la envidia, los celos y la inseguridad. Envidia, por lo que otros tienen y
nosotros no. Celos, porque hay otros en el lugar que podríamos estar nosotros.
Y la inseguridad, porque es un tono que está en el medio, como el gris. No es
blanco ni negro. En inglés, “Yellow” puede usarse para referirse a alguien
cobarde o asustado.
Cuando tengo muchas emociones encima, visto de amarillo. He
ahí, por qué a veces digo que el hecho de que vista de colores no quiere decir
que esté feliz. Aunque tampoco es algo que siga al 100%.
T-shirt oversize y pantalones skinny: Tiendas Megapaca
Botas: Steve Madden
Gafas: Forever 21
Cincho: Vintage
Quienes me conocen, saben que al menos el 80% del tiempo me
visto de negro. Hasta el momento, no tengo una explicación específica para
hacerlo. Amo los colores y me encanta incorporarlos a lo que diseño y lo que
uso. Pero el negro siempre ocupará un lugar privilegiado en mis decisiones a la
hora de vestir.
Contrario a lo que otros creen, usar ropa negra no siempre
es lo más fácil.
Pensémoslo así: Cuando ven un bolso de cuero negro,
inmediatamente la atención se dirige a los detalles metálicos, las costuras, el
color del forro y la textura del material. Con el color negro, todos los
detalles pequeños se amplifican y se hacen más evidentes a la vista. Si deseamos ocultar algo, llevar ropa negra no es la mejor forma de hacerlo. Cuando llevamos negro de pies a cabeza, es imposible que
alguien no nos siga con la mirada, mientras tratamos de cruzar la calle. Además,
siempre estarán las preguntas sobre si alguien murió, estamos tristes o nos unimos a un culto extraño por ver
demasiadas películas de terror.
No voy a negar que también uso ese color como
un escudo para evitar decir cómo me siento o qué cosas tengo en la cabeza.
Aunque no tengo una regla específica para eso. Que lleve color negro no es
sinónimo de que me sienta mal, ni llevar algo de color que me sienta bien. Solo
lo dejo fluir a la hora de ponerme algo.
También, uso negro cuando necesito fuerza extra. Cuando sé
que debo sentirme poderoso y el dueño de la situación. Cuando sé que puedo
perder una batalla, el negro debe estar ahí. Es una especie de armadura para
los momentos en que se necesita algo extra. Es el empujoncito, la confianza y
la solidez que a veces hace falta.
La pureza, la simplicidad y la austeridad del negro me hacen mantener los pies en la tierra. Lejos de ser un color frío, es cálido; me permite sentirme siempre como en casa, protegido y con una especie de armadura.