Ser vulnerable es de esas cosas que amo y detesto a la vez.
Aunque diga que no, soy bastante blandengue con muchas situaciones. Trato de mostrar
que soy serio, enojado y me río muy pocas veces en las fotos. Pero en otra
parte de mi vida soy todo lo contrario, mucho más relajado, amable, bromista y me carcajeo cada vez que
puedo. Exponer esa parte es me cuesta demasiado. No sé si ha sido por
algunas cosas que me ha tocado vivir, pero me tomo un poco de tiempo en poder dar paso a algo o a alguien a mi espacio
personal. Odio con toda mi alma esa incertidumbre de no saber qué va a pasar y
si realmente valió la pena abrir esa puerta. La mayoría de las veces, acierto
con mi decisión y otras termina siendo un completo desastre. Creo que por eso
también soy un poco control freak, porque trato a toda costa de evitar ese
sentimiento de que di mi brazo a torcer y bajé la guardia.
Por otro lado, la vulnerabilidad es algo que me ha permitido
explorar muchas cosas que de otro modo no podría. Usualmente, soy más creativo
cuando estoy triste, cuando me siento inestable, cuando hay un rush de alegría o creo que algo no va bien. Poder estar en
contacto con esa parte más blanda y humana de mí ser resulta muy ventajoso para
materializar ideas. Crear es mi forma de
toda esa información recibida. Haciendo una revisión mental, muchas de las
cosas que he diseñado en mis colecciones, cosas que he escrito o mis atuendos
más memorables han surgido a partir de algo que me ha hecho sentir mal, expuesto
o dando brincos. Ese ejercicio de convertir lo subjetivo en algo que puede
provocar algo en otros es enriquecedor. No sé, las ideas brincan a mi mente como
pulgas detrás de un perro. Tal vez no sea la comparación adecuada, pero tal vez
ayuda a ejemplificar la rapidez con la que las cosas llegan a mi mente.
No me imagino mi vida de otra manera. Sin ese querer y no
querer que le tengo a esta cualidad, muchas cosas no serían como son. Esa
conexión que existe entre la creatividad y la vulnerabilidad es de esas cosas
que hacen dudar de todo, de tener la necesidad de tener los sentidos en alerta
para captar todo lo que viene, no tener ideas preconcebidas, de desear saber
qué es lo que viene, de arriesgar, de ir más allá y saber que pase lo que pase,
siempre se podrá hacer algo con todo lo que se ha captado. A veces, aunque se trate, no se puede procesar todo, esperas y dejas que la idea
madure o simplemente la dejas ir. Eventualmente, regresará, se irá, se acomodará de otra forma o se convertirá en otra cosa. Y eso también está bien, pero cuesta aceptarlo.
Lo que digo arriba también se ve reflejado en lo que me
pongo. Siempre tengo esa relación amor-odio con las cosas que elijo para
integrar mi clóset. Un día me fascinan y
puedo visualizarlas con todo lo que tengo; otro me resultan incómodas, no hay
modo que logre juntarlas en un atuendo decente. Y en algunas ocasiones, aparece
el punto medio, en el que me importa muy poco, tomo varias cosas sin pensar si
las odio o no, me la pongo y dejo que la improvisación me absorba. El resultado
siempre termina siendo bueno, en cualquiera de las formas, porque dejo que fluya.
Esta vez, tomé varias cosas con las que tenía esa sensación
de amar, pero a la vez odiar, que compré en Tiendas Megapaca. En el probador me
fascinaron, pero cuando llegué a mi casa no sabía cómo juntarlas con otras
cosas y me pregunté si elegí correctamente. Un día, solo tomé las prendas, me
las puse, respiré profundo y salí de la casa. Fue como dejar ir, enfrentarse a
algo a lo que tenía miedo y resultó bien. Aunque cueste, dejarme llevar por lo que dicen las entrañas resulta mejor.
Look completo: Tiendas Megapaca
Fotografía Emmanuel García
Dirección de Arte: Alexander Ayala
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