Desde
pequeño, he detestado los uniformes. No digo que en algunos casos no sean
necesarios, pero me parecen un poco restrictivos. Nunca comprendí como a mis
vecinos o compañeros de clase les gustara quedarse con el uniforme hasta la
tarde, solo se sacaban la camisa y cambiaban los zapatos formales por tenis. Lo
primero que hacía al llegar a mi casa era deshacerme del uniforme; no soportaba
estar con él más que el tiempo que estaba dentro del colegio.
Conforme
fui creciendo, le he huido bastante a este tema, aunque fueran
“casuales”. En diversificado, usaba pantalón de lona y camisa polo. Aún
así, para mi era molesto llevar una camisa con un logotipo. Tal vez por eso,
desde que me gradué no he comprado más de 5 camisas de este tipo. Al
llegar a la universidad, me sentí liberado y es cuando empecé a experimentar
más con lo que me ponía. Con el tiempo, apareció de nuevo ese miedo, al plantearme
ingresar al mundo laboral.
Mientras
tenía una conversación con un amigo en Facebook, me di cuenta que he tenido muy
buena fortuna en la vida laboral. No hablo de los sueldos y demás, sino de otro
tipo de beneficios. Además de aprender mucho y conocer gente increíble,
he tenido la suerte de que nunca se me ha obligado a llevar un uniforme o
acatar ciertas reglas de “estilo”. En la mayoría de lugares de trabajo en
Guatemala, llevar traje, corbata y usar colores apagados y atuendos que llamen
poco la atención son una constante. Muchas empresas aún se rigen por
estándares bastante conservadores y quieren mantener cierta imagen en sus
empleados. No por eso, me he descuidado y acomodado a jeans, camisas sin gracia
y tenis o zapatos aburridos. Al contrario, he tomado esa libertad como un
inventivo para aplicar algunas tendencias al espacio laboral y darme ánimos
para las largas jornadas, que a veces tocan.
Cada
vez que alguien dice que le gusta usar uniforme, porque así no piensan qué
ponerse me da un pequeño infarto. La sola idea de llevar un logotipo sobre mi,
me estresa un poco. Lo mismo me pasa también con la ropa casual. Es como hacer publicidad,
sin nada de remuneración. Algunas veces, he tenido que usar uniformes, pero si
puedo evitarlo, lo hago. Si no, me conformo con llevar ropa extra y
cambiarme lo más rápido posible luego de que el uniforme sea útil. Sé que en muchos casos son necesarios y que no queda más que acatar órdenes y llevarlos.
A
veces, cuando me preguntan si algo es adecuado o no para la oficina, no sé qué
respuesta dar, porque lo que para mi es correcto, para otros no tanto. La
ropa para oficina varía de lugar a lugar. En mi caso, un pantalón
estampado, una camisa negra, una chaqueta de gamuza, un pañuelo, Chelsea boots
y un portafolio negro son una excelente opción para ir a la oficina. Estas prendas las
conseguí en Tiendas Megapaca, y son las que están en las fotos de este post. Y
pues, ¿qué hacer si se tiene que usar uniforme? Buscar una forma de hacerlo
personal. Los accesorios son una excelente alternativa para hacerlo. Sino,
siempre está la opción de cambiarse luego.
Fotos: Rob García
Camisa, pañuelo, portafolio, pantalón, chaqueta y zapatos: Tiendas Megapaca