Los últimos 3 años de mi vida han sido una montaña rusa de
emociones. De la alegría, he pasado a la tristeza profunda, de la desesperación
a la paz mental y de la tranquilidad a la instabilidad, y así ha sido por este
tiempo. Tal vez, ahora me doy cuenta de esas cosas, porque me he dado la
oportunidad de no tener miedo a lo que siento, a lo que está a mi alrededor y
dejar que lo que pasa cerca de mi se convierta en algo que, tal vez en el
momento sea malo, pero luego se convierta en algo edificante.
En el 2015, pasaron muchas cosas que me dejaron una marca.
Aprendí que las personas no son siempre lo que uno espera, que muchas veces
quienes más queremos pueden decepcionarnos de la peor forma y nos hacen llorar
y cuestionarnos por qué les dedicamos tanto tiempo y cariño. Pero también, que
hay otras que uno no se espera y que se comportan de la forma más amorosa e
incondicional. También, aprendí que la paz mental es un bien poco valuado. Que
a veces nos sometemos a presiones innecesarias, que tal vez no valen la pena o
que simplemente no deberían ser una prioridad. Decir lo que siento se ha hecho
algo prioritario en mis días. Quedarse con las cosas dentro no es tan sano como se cree, aunque sea algo que incomode. Uno nunca sabe cuánto pueden cambiar muchas situaciones si uno se
expresa, si es la última vez que veremos a la persona que queríamos decirle eso
o qué tan liberados podemos estar al dejar salir lo que nos preocupa.
De este año, también aprendí que las amistades son una
especie de familia que uno elige, con la que se viven cosas increíbles. El 2015
me ha acercado de muchas formas a viejos amigos, me ha permitido compartir
cosas nuevas y vivir nuevas experiencias con ellos. A unos los veo seguido y a
otros no tanto, pero les tengo mucho cariño. Quisiera mencionarlos a todos,
pero sería imposible. También, este ciclo me ha dejado muchas nuevas amistades,
gente que no pensé conocer y que ha hecho mis días más llevaderos, me ha
enseñado muchas cosas y se ha convertido en parte importante de muchos días. A
toda esa familia postiza, le debo muchas risas, recuerdos invaluables, pláticas
increíbles, lágrimas, fiestas, proyectos nuevos y muchas cosas que recordaré
siempre. Gracias redes sociales y vida que me han permitido tenerlos cerca.
En cuanto a trabajo, estos 365 días me han dado muchas
satisfacciones, también mucho estrés. Hay días en los que no tengo tiempo de
comer en paz o de dormir la cantidad de horas que debería. La agenda se va
llenando de cosas qué hacer conforme pasan los días de la semana. Y muchas
veces, eso no significa que mis cuentas del banco crezcan o que me esté
volviendo rico o que tenga el carro más lujoso. Amo a mi carro viejo y me fascina. Pero me siento feliz de poder aprender nuevas cosas cada día y
tener la oportunidad de hacer actividades que me gustan, me llenan por dentro y me
permiten expresarme. Nunca pensé que este espacio se fuera a convertir en un
trabajo más, tampoco mis redes sociales. Agradezco mucho a la gente de Tiendas
Megapaca, Jabones Sabon, Huawei, por prestarle atención a este lugar en la web. Y a mis
amigos fotógrafos Rob García, Emmanuel García y Francisco Villatoro por su
tiempo, talento, paciencia y dedicación.
Sin ustedes, este blog no habría crecido tanto este 2015. Y a todas las
personas que se han interesado en formar parte de lo que siento, digo,
fotografío y me pongo. En serio, muchas gracias por su apoyo. Y pues, tal vez lo único que me pone un poco
triste es que he dejado un poco de lado el diseño de ropa. No me arrepiento, y
en el 2016 tengo muchas sorpresas relacionadas con eso y en las que he ido
trabajando poco a poco.
En cuanto a la vida amorosa, seré breve: Demasiado
complicada. Digamos que hay cosas que hasta el momento no comprendo por qué
suceden, que parecen sacadas de una película bien rara y que espero comprender más adelante. La paciencia en esos
asuntos será mi mejor amiga.
Para terminar, haciendo una evaluación de todo lo que ha pasado,
pues este año ha sido de mucho aprendizaje, de dejarme llevar por la corriente,
de hacer cosas que tenía que hacer y que me deba miedo, de cambiar un poco el
rumbo, de aprender, de llorar, de hacer las paces con el espejo, de perdonar,
de dejar ir, de dejar de perder tiempo, de sentir miedo, de estar triste, de reír
mucho, de empezar a preocuparme más por mi salud, de dormir en lugar de salir a
fiestear, de decir "no" y otras cosas más.
Lo anterior me llevó pensar, es que durante estos 12 meses,
en lo que menos reparé fue en cumplir mis propósitos. En realidad, los olvidé.
Fue como que los hubiera tirado por ahí y nunca más supe de ellos. Y no
me arrepiento. Me quité una presión de encima. A veces uno es su peor juez. Lo
cual no es malo, pero a veces es contraproducente. Como una medida para
disfrutar más el 2016 y dejar que todo tome el rumbo y que el destino decida qué es lo que deba pasar,
he decidido no proponerme nada. No haré propósitos, ni me trazaré metas
absurdas o inalcanzables. Lo cual no quiere decir que me dé igual que pase. Ya
esos planes los tengo en la mente, desde hace tiempo, no necesito repetirlos cada fin de año. Las cosas pasarán cuando deban de pasar, haré
ejercicio porque quiero, no porque debo. Empezaré con algo nuevo porque lo
deseo, no porque así tiene que ser. Haré las cosas porque las siento, no porque
hay que hacerlas. Dejaré que el viento me coloque dónde debo estar, así como lo
hace con mi ropa en los días de viento, mientras camino por las calles vacías y
bebo un café frío. Sí soy de esa gente que come helados y bebe cosas frías en
invierno.
No me queda más que desearles un 2016 lleno de muchas cosas buenas, de siestas, abrazos, películas buenas, comida rica, conversaciones interesantes, buena música y de todas esas pequeñas cosas que parecen insignificantes, pero que llenan el alma. Happy new year!
Abrigo, zapatos, bufanda cuadriculada y piel: Tiendas
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