El Mercado Central de la ciudad me trae muchos recuerdos
alegres. Yo sé, desde hace unos posts para acá, todo se ha tratado de
recuerdos. Pero, es lo que hay. Y sé que si están acá, pues creo que les gusta
lo que leen. En fin, cuando era pequeño, mis padres solían llevarme ahí al
menos cada quince días. Donde vivimos, en ese entonces, no había un mercado
cerca, así que este era el sitio para conseguir todo lo que necesitábamos para
la semana. Estaba bien surtido y en el camino de regreso visitábamos a mi
abuela, así que matábamos dos pájaros de un tiro.
Recuerdo que me gustaba mucho pasar por donde estaban todas
las artesanías de barro y todos los textiles típicos. Pero definitivamente, mi
parte favorita era la que estaba cerca de una pequeña capillita. Me daba un
poco de miedo, pero me gustaba acercarme para ver las imágenes religiosas y un
montón de velas encendidas. Además, el olor a incienso me hacía pensar en los
días de Semana Santa. Las golosinas,
granizadas y demás manjares dulces eran otra de las atracciones. Nunca salía
sin algo de eso.
Desde esos días, creo que aprendí a disfrutar los mercados.
Tienen algo muy distinto a los ambientes fríos, calculados, pretenciosos y restringidos de
los supermercados. Por el contrario, en
un mercado, siempre recibís una sonrisa de alguno de los vendedores, te
recomiendan qué fruta está para hoy o para mañana, obtienes extrañas ofertas
por las que regresas a casa con un montón de verdura que no sabes para que
usarás y , con el tiempo, creas un lazo de amistad con muchas de las personas
que trabajan ahí. Te saben el nombre, conocen qué preferís y se convierten en
parte importante de tu vida. Es más, te conocen desde que eras un muchachito
sin vello facial. Esta es una de las
partes que no cambio por nada. Agrega un valor extra a todo y hace que algo que
podría ser rutinario, se convierta en algo divertido y muy ameno. Desde pequeño, he aprendido muchas cosas
útiles de esas constantes visitas a estos lugares. Si no, ahora no sabría algo
tan vital como comprar el aguacate correcto, sin calarlo o cómo usar una
máquina para granizadas.
El Mercado Central se convirtió en la inspiración para crear
un atuendo. El amarillo y el naranja son
colores que abundan en este espacio, así que los llevé a mi look con unos tenis
y un suéter, que combiné con una chaqueta azul y un sombrero, que conseguí en
Tiendas Megapaca. Quería algo sencillo, que no fuera un problema para comprar
en paz y que me protegiera un poco del frío y la lluvia que había el día que
fui de compras.
Fotos: Rob García
Zapatos, suétes, chaqueta y sombrero: Tiendas Megapaca
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