domingo, 3 de mayo de 2015

Puro, simple y austero



Quienes me conocen, saben que al menos el 80% del tiempo me visto de negro. Hasta el momento, no tengo una explicación específica para hacerlo. Amo los colores y me encanta incorporarlos a lo que diseño y lo que uso. Pero el negro siempre ocupará un lugar privilegiado en mis decisiones a la hora de vestir.

Contrario a lo que otros creen, usar ropa negra no siempre es lo más fácil.
Pensémoslo así: Cuando ven un bolso de cuero negro, inmediatamente la atención se dirige a los detalles metálicos, las costuras, el color del forro y la textura del material. Con el color negro, todos los detalles pequeños se amplifican y se hacen más evidentes a la vista. Si deseamos ocultar algo, llevar ropa negra no es la mejor forma de hacerlo. Cuando llevamos negro de pies a cabeza, es imposible que alguien no nos siga con la mirada, mientras tratamos de cruzar la calle. Además, siempre estarán las preguntas sobre si alguien murió,  estamos tristes o  nos unimos a un culto extraño por ver demasiadas películas de terror. 






No voy a negar que también uso ese color como un escudo para evitar decir cómo me siento o qué cosas tengo en la cabeza. Aunque no tengo una regla específica para eso. Que lleve color negro no es sinónimo de que me sienta mal, ni llevar algo de color que me sienta bien. Solo lo dejo fluir a la hora de ponerme algo.

También, uso negro cuando necesito fuerza extra. Cuando sé que debo sentirme poderoso y el dueño de la situación. Cuando sé que puedo perder una batalla, el negro debe estar ahí. Es una especie de armadura para los momentos en que se necesita algo extra. Es el empujoncito, la confianza y la solidez que a veces hace falta. 






La pureza, la simplicidad y la austeridad del negro me hacen mantener los pies en la tierra. Lejos de ser un color frío, es cálido; me permite sentirme siempre como en casa, protegido y con una especie de armadura. 


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